Cuando me dijeron que tenía cáncer, sentí que mi vida se derrumbaba. No solo me enfrentaba a una enfermedad que asustaba, sino que también perdí una parte de mí que me hacía sentir mujer. Las cicatrices no solo estaban en mi cuerpo, también en mi corazón. Me miraba al espejo y no podía reconocer a la persona que veía. Hubo días en los que creí que no volvería a sonreír o a sentirme bien conmigo misma.
Pero entonces conocí a la Fundación de Reconstrucción Mamaria. Ellos me dieron lo que pensé que ya no tenía: una segunda oportunidad para sentirme completa. No solo me ayudaron a reconstruir mi cuerpo, sino también mi espíritu. Me apoyaron cuando más lo necesitaba, me trataron con tanto cariño y me hicieron sentir que aún había razones para seguir adelante.
Hoy, gracias a ellos, puedo mirar al espejo con orgullo. No soy la misma de antes, pero ahora me siento más fuerte. A esta fundación, le debo tanto... Gracias por devolverme no solo mi cuerpo, sino también la esperanza de que podía seguir adelante, a pesar de todo.
Isabel Carrillo